Desde el siglo XII y sobre todo en el siglo XIII se inicia la
recuperación de la vida urbana que había decaído desde los inicios de
la edad media con la desaparición de la civilización romana. Este
aumento del número de ciudades y de los habitantes que estas acogían se
debió fundamentalmente al crecimiento econonómico provocado por la
mejora de la agricultura y el fortalecimiento del comercio y el
consecuente crecimiento de la población. Así nacieron nuevas
aglomeraciones urbanas y se recuperaron otras que ya habían tenido
importancia en el pasado.
El crecimiento de la población de las ciudades fue posible por la
emigración desde el medio rural, dónde la población había crecido mucho
y sin embargo las mejoras en la agricultura hacían necesarios menos
campesinos. Por otra parte las ciudades ofrecían unas mejores
condiciones de vida para artesanos y comerciantes, puesto que no
dependían de ningún señor feudal, sino que dependían directamente del
rey y tuvieran un gobierno propio (el Concejo o Ayuntamiento).